Entré a la antesala del ascensor en el centro comercial cerca de mi depto, y haciendo uso del enorme espejo de al fondo pude ver que el ascensor estaba abierto. Ahora bien, dado que sube y baja trece pisos, las probabilidades de encontrarlo a la primera son casi nulas, y por lo general hay que esperar unos engorrosos siete minutos a que vuelva. Por lo que decidí emprender la carrera hacia el ascensor, costase lo que costase.
Tres metros hacia el frente y luego uno a la izquierda me separaban del aparato. La gente que estaba dentro me vio, y mientras daba el primer paso pude verles la cara de apuro por cerrar la puerta. Los muy infelices. Redoblé mis esfuerzos y, al terminar el segundo tranco, el agua de tifón que había sobre la cerámica me jugó la muy trillada mala pasada y me precipité al piso como un saco de papas, al punto que la gente del ascensor arrugó la cara con una mueca de 'auch' (no le quité la vista al ascensor en ningún momento). Esto no impidió el que siguieran apretando el botón de cerrar puertas, y efectivamente lograron cerrarlas. Pero me puse de pie en una fracción de segundo y salté a apretar el botón y ¡voila! Se abrieron las pesadas cortinas de acero. Los chinitos se veían sorprendidos y sumamente incómodos. Yo, por mi parte, entré triunfal (bueno, lo más cerca a triunfal que se le permite a alguien que dejó la dignidad por los suelos al caer en la novatada de resbalar en piso mojado) e intentando disimular la cojera que me quedó después del costalazo. Los nueve pisos los subí con la cabeza en alto, pero sobándome el codo 'pa callao'. Al menos me ahorré los siete minutos de espera. Mis dos nuevos moretones me recordarán tomarme las cosas con más calma estos días monzonezcos.
Tres metros hacia el frente y luego uno a la izquierda me separaban del aparato. La gente que estaba dentro me vio, y mientras daba el primer paso pude verles la cara de apuro por cerrar la puerta. Los muy infelices. Redoblé mis esfuerzos y, al terminar el segundo tranco, el agua de tifón que había sobre la cerámica me jugó la muy trillada mala pasada y me precipité al piso como un saco de papas, al punto que la gente del ascensor arrugó la cara con una mueca de 'auch' (no le quité la vista al ascensor en ningún momento). Esto no impidió el que siguieran apretando el botón de cerrar puertas, y efectivamente lograron cerrarlas. Pero me puse de pie en una fracción de segundo y salté a apretar el botón y ¡voila! Se abrieron las pesadas cortinas de acero. Los chinitos se veían sorprendidos y sumamente incómodos. Yo, por mi parte, entré triunfal (bueno, lo más cerca a triunfal que se le permite a alguien que dejó la dignidad por los suelos al caer en la novatada de resbalar en piso mojado) e intentando disimular la cojera que me quedó después del costalazo. Los nueve pisos los subí con la cabeza en alto, pero sobándome el codo 'pa callao'. Al menos me ahorré los siete minutos de espera. Mis dos nuevos moretones me recordarán tomarme las cosas con más calma estos días monzonezcos.
AUCH!!!!! SE LES OLVIDO PONER EL AVISO DE "PISO RESBALOSO"......BUENO, MENOS MAL QUE LAS CONSECUENCIAS SOLO FUERON UN PAR DE MORETONES....SO FAR SO GOOD....Y EL CODO? SOBREVIVIO? NANAI A LA DISTANCIA.
ResponderEliminarUN ABRAZO TAMBIEN...DE TU MADRE QUE TE RECUERDA
: )