viernes, 25 de noviembre de 2011

En el agua

Nunca pensé que vería nutrias en Algarrobo. Al igual que el coipo, el pudú y la chinchilla, sabía que los había en Chile, pero llegar a encontrarlos en la misma playa que desde pequeño iba me tomó por sorpresa. Excelente! Para ser completamente honesto, fue la amiga que estaba paseando por el lugar quien detectó los chapoteos en el agua. Tremendos pescados pensamos que eran al comienzo, pero cuando ya el chapoteo fue mucho comenzamos a sospechar que se podía tratar de algo más serio. Algo así como un mamífero en vez de un ser ictiológico. Y, pues sí, resultaron ser dos juguetonas nutrias que, al darse cuenta que les estábamos sacando fotos, se sumergieron para no volver a vernos más las caras.

jueves, 24 de noviembre de 2011

En la cima del mundo

No es por ser deferente hacia mi país natal, pero los cielos más bonitos que he visto en mi vida son chilenos. Norte, centro, sur; nubes llenas de formas, atardeceres flameantes, azules cerúleos, transparencias prístinas y océanos estrellados. De todos los lugares que he estado jamás, el ranking tiene a los cielos de Chile a la frente, seguidos de los australianos y, en tercer lugar, los griegos.

martes, 15 de noviembre de 2011

Pololos

Echaremos de menos a estos simpáticos y mansos personajes del jardín chilensis. No pican, vuelan lento, tienen un tamaño lo suficientemente grande como para jugar con ellos pero lo suficientemente pequeño como para no tenerles miedo, al mismo tiempo que su apariencia es poco amenazadora e incluso llamativa. Me han brindado entretención desde que tengo cuatro años; solía jugar con los que encontraba en el jardín del jardín infantil y de la misma casa en la que me encuentro, cuando todavía quedaban pololos en la ciudad. Veintitrés años más tarde, el smog, la urbanización y el progreso hacen resonar los ecos de su ausencia en mi jardín vacío de insectos coloridos. Los duros escarabajos, trabajosas hormigas y la muy ocasional abeja no han logrado -ni lograrán- ocupar el alegre, juguetón y tranquilo lugar del pololo en el patio trasero.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El Morado

Dos años y dos intentos después, logramos llegar finalmente al glaciar colgante del Morado. Era más fácil de lo que pensaba, pero la poca información que había al respecto hizo de la proeza algo un poco más demorado de lo que me habría gustado. Agregado, finalmente, a la base de datos. Para llegar, solamente tome el camino que va hacia El Volcán en el Cajón del Maipo, y pasada la entrada para Baños Morales, siga recto y tome la próxima izquierda (que es unos pocos kilómetros más adelante, luego de un relativamente bien mantenido camino de tierra en curvas hacia arriba). Del final del camino es sólo cosa de caminar por los siglos de los siglos por la huella de autos desvanecida, y una vez que desaparezca intente subir hacia su izquierda en el primer valle que encuentre. Si tiene suerte, habrá llegado al glaciar en menos de tres horas desde que dejó el auto.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Agua

Y pensar que en unos pocos años más el agua va a ser un commodity más. No es que no lo sea actualmente, pero a medida que escasee más y más su valor y transabilidad se van a ver acrecentado y facilitada respectivamente. Conversando con un inglés hace algunos meses, me contaba fascinado de cómo la idea de agua embotellada era ridícula hace nada más que tres o cuatro décadas. Sólo espero que tengamos ese tiempo hacia adelante para seguir disfrutando de la relativa facilidad (puesto que hay mucha gente que no tiene acceso a ella) con que la consumimos hoy en día.

Último mes en Chile

Lo sé, soy un terrible chico por no actualizar este blog en tanto tiempo. Chile cuenta como viaje más que vida cotidiana, pero aun así he estado con mil cosas y no me he tomado el tiempo para escribir. Y eso que más encima es una excelente práctica, el permitir que la palabra escrita fluya a través de los deditos (y salpique la pantalla, donde mágicamente se convierta en formato compatible con las entradas de blogger).

Me queda un mes exacto para volverme. No es mucho, y se va a pasar volando. Todavía tengo que terminar el tríptico que vengo pateando desde hace un mes casi, sacar mi licencia de piloto, ver a un par de personas más, hacer un asadito con otras, decir los adioses respectivos y ¡zas! irme a la tierra del sol semi-naciente.