viernes, 18 de febrero de 2011

Sushi, sashimi y desayunos espirituosos

En Sapporo, en la región más septentrional de Japón, tuvimos la oportunidad de ir al mercado central a tomar desayuno. Debido a las aguas frías de mar (está casi a la altura de Siberia), la región es famosa por su comida marina llena de sabor e increíblemente fresca. Por lo que no importó que fueran las ocho de la mañana o que hiciera cinco grados bajo cero (lo que, admitamos, no es tanto tampoco), nos pusimos las pilchas y partimos en un transfer al mercado.
Los calamares fueron los primeros en recibirnos cuando entramos al restaurant. Era un tanto triste el pensar que un rato después uno de ellos estaría en nuestro plato, pero como decía el rey león, 'es el círculo de la vida'.
Partimos primero con el sashimi; salmón, camarón y calamar. Al menos el camarón no estaba moviéndose, de lo contrario nos hubiera costado un poco más comerlo. Cabe recalcar que el sushi no es lo mismo que sashimi; este último es la carne de pescado fileteada y servida sola, sin acompañamientos. El sushi es cortes de pescado sobre arroz o envueltos en algas.
El atún de primera calidad estaba bueno, pero no tan formidable como lo imaginábamos (también conocido como ootoro). Aun así el sabor nos refrescó la mañana y case hace que saliera el sol.
El salvavidas de quienes no disfrutan el pescado crudo: salmón asadito. Nada mejor que comenzar la mañana con un buen poco de arroz y productos del mar.
Y el temible, fantástico y sabuloso donburi. Donburi se le llama a un bol de arroz cubierto con un acompañamiento, por lo general carnes, huevo o pescado (o una combianción de ellos con vegetales). En este caso, pedí ootoro, erizos e ikura (huevos de salmón).
Sorprendentemente, no es un plato tan pesado para comerlo en la mañana. Creo que me ha ido peor comiendo tallarines con huevos fritos y carne, lomo a lo pobre o cantidades ingentes de pan con palta.
Y para darle el toque final, sopa miso con pedacitos de centolla. Simplemente para chuparse los dedos.
Esa noche decidimos ir a comer sushi (ya que estábamos en el lugar que estábamos). Comimos los grandes clásicos: salmón, atún, lenguado y mero, pero además aprovechamos (o bueno, aproveché) de comer especialidades locales. Ostras fue el primer intento. Éxito completo: suaves, frescas, un tanto cremosas pero muy sabulosas.

Y el segundo intento fue shindachi. Qué era, no tenía idea. Pero cuando le pedí al cocinero, éste me miró por un segundo y me intentó explicar que era alguna parte en las tripas del pescado. Le dije que no importaba, mientras fuera bueno. Una vez llegado el platito, la apariencia no era muy esperanzadora, pero tengo que admitir que el sabor era fantástico. En términos de textura era parecido a la ostra, pero en términos de sabor era un poco más intenso. No sé si lo vuelva a comer en todo caso, me dio un poco de julepe hacia el final.

Y para culminar aquella comida, aprovechamos de pedir ootoro nuevamente. Estaba buenísimo, pero no fue el mejor que probamos en el viaje. En estos momentos escapa a mi memoria el ápice de los ootoros que probamos, pero ya volverá. Se dice que Japón tiene una reserva de atunes congelados que les durarían un año en caso de que se extinguieran los pescados o prohibieran su pesca. Espero que ninguna de esas opciones llegue a ocurrir.

1 comentario:

  1. Que facil imaginar todas essa cenas e momentos.
    Sento o sabor, os olores e voces com a sua infinita alegria.
    Belas imagens...saborosas.
    Certo, muitos desses pratos decharia para lá.uagk!!!!!!

    Beijão

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