Hace un par de semanas descubrimos a una pequeña familia de sapos de caña viviendo en la piscina de la casa. Ahora bien, al decir piscina me refiero a un cuerpo de agua no nadable situado en el patio trasero; ya van varios meses desde la última vez que un ser humano puso un pie dentro de esas aguas empantanadas. El filtro se apagó a comienzos del invierno, y desde entonces la flora y fauna australiana se ha dedicado a poblar el espacio. Lo que es más, sospecho que las mafias de animales e insectos están utilizando la piscina para saldar sus deudas: hemos encontrado en más de una ocasión cuerpos sin vida de pájaros, lagartos y arañas de considerable tamaño.
Los sapos de caña no son una especie endémica de Australia. Son originarios de Centro y Sudamérica, donde viven en relativa simbiosis con su ecosistema. A comienzos del siglo pasado, ya habían sido introducidos con éxito en el Caribe, Hawaii y Filipinas, con el fin de erradicar plagas de insectos y otros agentes que estaban dañando las plantaciones de caña. Por esa época, Australia estaba viendo su propia cosecha del "oro verde" mermada por el escarabajo de caña, una especie autóctona que se alimenta de dichas plantas. Pensando que sería una buena solución, el gobierno australiano autorizó la introducción del anuro a tierras canguras en 1935.
A diferencia de los lugares donde había sido introducida anteriormente, en el norte de Australia el sapo de la caña no encontró grandes depredadores. Los 101 ejemplares que llegaron vivos desde Hawaii fueron depositados en una granja para su reproducción. Esto no tomó mucho tiempo, considerando que la hembra puede poner treinta mil huevos de una sola vez. Pocos meses después, 2400 anuritos fueron depositados en distintos arroyos en plantaciones. Hubo intentos por parte de un par de agentes de gobierno de detener la diseminación de más sapos, aunque fueron infructuosos.
La agencia de gobierno encargada del experimento inicial estaba convencida de su éxito. Sin embargo, jamás se les pasó por la cabeza de que este particular anfibio se convertiría en una de las peores plagas que hasta el día de hoy asuelan a Australia. Como si no fuera poco, a las pocas semanas cayeron en cuenta de que el sapo ni siquiera se acercó a hacerle mella al feroz escarabajo de caña; la ley de Murphy atacó una vez más (Murphy tenía casi 18 años en ese entonces, como dato curioso).
Hay un sinnúmero de animales propios de Australia que vieron sus números enormemente disminuidos después del arribo de este nuevo vecino. Grandes cantidades de posibles depredadores murieron (y mueren actualmente) envenenados después de zamparse a uno de estos impertérritos sapos que, al ser venenosos, no tienen ningún interés en moverse, esconderse o arrancar de cualquier amenaza. Paralelamente, al consumir grandes cantidades de todo tipo de insectos, hasta el día de hoy siguen limitando el alimento de otras especies insectívoras. El gobierno central lo tiene tildado de "amenaza" y "plaga", e incentivan a su erradicación. Actualmente, hay una división de científicos encargados de encontrar formas y métodos para controlar y eliminar a estos irreductibles inmigrantes. Al mismo tiempo, hay una pequeña minoría de personas que está en contra de su exterminio, argumentando de que eventualmente esta especie de anuros llega al equilibrio con su entorno.
Por el momento, la familia viviendo en nuestra piscina consta de tres integrantes. Tal como es recomendado por el gobierno, me encargaré de sacar y secar los filamentos de huevos para que no sigan reproduciéndose tan exponencialmente, pero tengo que admitir que a esta altura se ven como simpáticas mascotas. Es bueno saber que al menos alguien está ocupando la piscina, y nos están haciendo un favor al limpiarla de insectos. Para aquellos quienes abogan por los derechos animales, han de saber que el área donde están tiene un buen tamaño y todas las comodidades, siendo así un formidable hogar para estos verrugosos inquilinos.