Aprovechando la invitación de una de mis intercambiarias de idioma (una señora de mediana edad que está aprendiendo español), fui a parar a los deslindes de la ciudad, donde se alzan majestuosos pequeños cerros llenos de jungla. En las faldas de uno de ellos, se encuentra el templo de los diez mil budas.
En un comienzo encontré muy bonito el nombre: poético, casi divino al presentar un número tan alto de divinidades. Las estatuillas de budas a lo largo del camino hacia el templo tenían las más diversas expresiones, y parecía no haber dos iguales.
No se puede negar que lo pasaban bien estos budas en el día a día.
Al cabo de un rato, litros de sudor y cientos de escalones, el nombre comenzó a perder su gracia inicial. Diez mil budas, y después de veinte minutos de caminata ¡no llevábamos ni mil! Para mi deshidratada fortuna, pocos minutos más tarde llegamos al templo.
Y de ahí el nombre: dentro del templo supuestamente estaban todos los budas. Los otros habían sido una 'distracción'.
El proyecto del templo fue ideado y llevabo a cabo por un hombre que se hizo adepto al budismo poco después de los veinte años. Lo perturbador es que, como ofrenda para mostrar su fidelidad a la religión, se cortó tres dedos de una mano y arrancó un pedazo de piel del pecho del porte de un puño.
Sin embargo llevó una vida feliz, y murió a avanzada edad. Hoy, los miles de buditas dentro del templo nos recuerdan su vida y obra.
Había una señora vendiendo panfletos con información sobre el templo. Al escucharme pedirle uno en cantonés, me lo terminó regalando. ¡Un hurra por poder hablar chino a estas alturas! (La parte de 'entender' es la que me va a llevar años afinar.)
La vuelta fue igual de tortuosa. El camino estaba plagado de turistas que estaban subiendo, y todos se veían tanto o más miserables que yo cuando me tocó hacer lo mismo. Diez mil budas de ida, y diez mil budas de vuelta.
Por cierto, esta es la divinidad de los favores. Es como el 'San Expedito' chino. Al tener tantas manos (mil, parece) puede arreglárselas con muchos favores a la vez. Le pedí no transpirar tanto en el camino de vuelta, pero mis plegarias no fueron escuchadas. Parece que no tienen oído para los extranjeros.
Que genial todas las historias que cuentas, me siento casi contigo recorriendo los lugares, saboreando las extrañas comidas y transpirando la gota gruesa de tanto subir y bajar. Ojo Bruno lejos lo que tiene más bacterias es el agua así que de todas maneras procura tomarla de buena fuente. Tu estómago no está acostumbrado al tipo ni número de bacterias que ellos tiene en su agua. Me gustan muchos las fotos que tomas y me encantó la del señor del metro. Claro que los cerezos en flor son para llorar de lindos, una belleza. Cariños Bruno para mi tu blog es el mejor del mundo. Chao
ResponderEliminarNi ninguna imagen de esas... no tienen oídos, la biblia dice que Dios prohibió a su pueblo adorar imágenes, dice que tienen ojos y no ven, tienen pies y no andan, tienen oídos y no oyen:
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