martes, 7 de agosto de 2012

La laguna sagrada

Después del tercer día emprendimos el viaje. La estadía en Lasa nos había dotado de suficientes eritrocitos como para enfrentar el resto del camino, y no hallábamos la hora de subirnos al auto y adentrarnos más en nuestra aventura a los Himalayas. Cien kilómetros y un choque después (cortesía de los chinitos que estaban en frente en un control policial y nos retrocedieron encima) llegamos al primer paso de cinco mil metros, y la consiguiente aparición de Yamdrok, la laguna sagrada. 
La calidad sagrada de la laguna data de tiempos inmemoriales; desde hace más de mil años que monjes tibetanos vienen a rezar y hacer retiros al borde de sus aguas, además de una procesión anual para limpiar espiritualmente el lugar y rendirle culto a la divinidad. Si bien hay botes que ocasionalmente se usan como transporte, el bañarse está estrictamente prohibido.
Una vez que nos bajamos de la camioneta, nos cayó una pequeña lluvia de vendedores, además de locales con fastuosos perros tibetanos y yaks para sacarse fotos (después de pagar una módica suma, claro). Después de insistir un par de veces cayeron en cuenta de que estábamos más concentrados en respirar y caminar al mismo tiempo, por lo que nos dejaron relativamente tranquilos. Una vez dominadas estas dos actividades, le agregamos una tercera: admirar el paisaje sobrecogedor que se extendía bajo nuestros pies por kilómetros y kilómetros, y maravillarnos del hecho de que este era sólo el primer día del viaje. 

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