viernes, 24 de septiembre de 2010

Manjar

De existir en la realidad, este nuevo experimento me habría valido un empleo en la fábrica de chocolates de Willy Wonka. La receta original de manjar sureño que me dio la Coty ha trascendido fronteras y llegó a China para sufrir un extreme makeover. Té, cacao y uno que otro producto secreto me ensuciaron la cocina y me la dejaron entera pegajosa (es mi culpa, en todo caso, por ser un manitos de hacha para cocinar), pero debo confidenciar que mugí de placer cuando le unté el dedo al producto final. (Énfasis a 'mugí'.) ¡Y eso que mis estándares para los manjares son altísimos! No sólo este manjal me hizo redefinir mi concepción de lo que es dulce y bueno (con toda modestia), sino que además abrió todo un mundo de posibilidades para seguir mejorándolo y encontrando nuevas e inimaginables versiones. La cantidad de productos disponibles en el mercado de acá para hacer más dinámica esta sustancia son... vastos.
Ojalá la leche y la crema no fueran tan caras. Pero si efectivamente fueran más baratas, seguramente terminaría con diabetes en un par de meses. ¡Uf!

sábado, 18 de septiembre de 2010

En vísperas del dieciocho...

Para darle más dinamismo a su monótona tanda de asados, empanadas y demases, aprovecho de subir unas cuantas fotos más de comida.
Fuimos a un restorán de comida Shanghainesa con una de mis intercambiarias, y partimos pidiendo fideos en sopa picante.
Venía con diversos tipos de hongos, además de -sospecho- huevo. Algo así como un consomé, solo que más denso y picante (y bueno, con más cosas). Los fideos eran algo duros y difíciles de desenredar, pero sospecho que fue porque no estaban bien cocinados.
Simultáneamente atacábamos los fideos de arroz con salsa concentrada de sésamo. A decir verdad, parecía una mayonesa de sésamo más que una salsa pero bueno, habrá que respetar el nombre. El pepino y el jamón me salvaron el plato; la mayonesa asesamizada me estaba matando el paladar.
Y el plato estelar de la velada fueron los buñuelitos 'Bruce Lee'. Bueh, no sé si se llamen así, pero el nombre en chino de éstos coincide con el del artista marcial. Tenían carne de chancho y hierbas por dentro, y lo que caracterizaba a estos buñuelos era que además venían con carne de cangrejo.
Son buñuelos que se hacen principalmente durante la temporada de otoño e invierno, pues es cuando los cangrejos tienen suficiente carne sabrosa como para extraerla y meterla en estas masitas (se preparan para el invierno, por lo que están más entraditos en carnes, los pobres crustáceos). Lo notable es que estas 'empanaditas', por ponerlo así, vienen con sopa dentro. Así que hay que tomarlas con cuidado usando los palitos para no romper la fina capa de masa hecha en base de arroz, pues de hacerlo se pierde el 65% de la gracia de este bocado. El único problema es cuando la sopa está hirviendo y te zampas uno de una sola vez. Es algo que me falta aprender, pero como buen humano no paro de tropezar con la misma piedra (es que se ven muy apetitosos, no puedo resistirlo).
Un feliz saludo dieciochero a todos! Tiquitiquití desde la quebrada del ají.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Festival de a mediados de otoño

Pues sí, acá en Hong Kong estamos ad portas del festival de mediados de otoño. El calendario chino es lunar, e imagino que algún motivo selénico habrá para que esta sea la época de los queques lunares (mooncakes). Todavía desconozco los ingredientes tradicionales, pero por otro lado tiendas como Ms. Fields (que vende galletas) se las han arreglado para sacar su versión más populesca del asunto.
Hay todo un tema con la modificación de productos alimenticios para que calcen con los gustos de la población. Hace un par de días escuché una anécdota sobre Kentucky Fried Chicken, quienes se enorgullecían de mantener la receta original del pollo frito en todo el mundo. En algún momento se dieron cuenta de que las ventas en Malasia estaban aumentando notoriamente, y cuando fueron a investigar cayeron en cuenta de que era porque el equipo local había comenzado a modificar la receta, poniéndole más picante y dando opciones un poco más malayas del famoso pollo frito. No quedaron muy contentos, pero al mismo tiempo tampoco pudieron decir mucho pues la gran cantidad de ventas avalaban el hecho de que los malayos le hubieran modificado la receta. Al mismo tiempo, escuché que McDonald's tiene tres laboratorios que se dedican a eso en el mundo: ver cómo modifican las recetas y ofertas de platos a las poblaciones de los países en que se encuentran. Uno está en Estados Unidos, otro en París y el tercero en Hong Kong.
Pero bueno, de vuelta al queque. Nuevamente, no es la hechura tradicional, pero estaba muy rebueno. Era brownie concentrado por dentro, con un glaceado de azúcar cubriendo todo el exterior que, si bien era terriblemente dulce, le daba un tono refrescante al chocolate interno. Mi misión será seguir probando estos famosos queques lunares (por favor, no confundir con queques espaciales o galácticos) y ver qué exóticos sabores tienen para ofrecer.

martes, 14 de septiembre de 2010

Ocho tesoros y un breve sobre restorancillos


Ocho tesoros con algas marinas y vegetales. Ese era el nombre del plato. No hay demasiado que decir, salvo que las bolitas de pescado habían absorbido todo el jugo de la sopa (así que ni hablar de lo sabroso) y que las sepias -o jibias pequeñas- tenían un gusto demasiado marino a veces. Pero el plato estaba terrible de bueno, en especial los fideos. Por unas módicas dos lucas me trajeron un plato que por poco y me deja botado. No se aprecia tanto en la foto, pero era monstruoso. También ayudó el que me tuviera que terminar la mitad del plato de mi compañera de intercambio.
Los meseros en estos tugurios (porque son tugurios, auténticos 'hoyos en la pared' donde va a comer la misma gente del barrio de siempre, y de vez en cuando un turista lo suficientemente valiente -o pavo-) parecieran despreciarte siempre. Vienen a la mesa, y de alturas casi altiplánicas te miran hacia abajo con los ojos semicerrados, levantan una ceja y preguntan haciendo una mueca de disgusto: "¿Qué querí?" No es sólo con los extranjeros, es con todos. Pero parece que todo el mundo ya está acostumbrado. Ah, sí, y como son lugares pequeñísimos con mesas redondas de cuatro personas, te sientas a comer codo a codo con gente equis. Es como sentarse en la barra de un bar en año nuevo, sólo que en este caso es redonda, están todos sobrios y la señora frente tuyo te mira fijo como si te estuviera haciendo el mal de ojo mientras sorbetea el último tallarín que con toda seguridad te va a salpicar.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Truena, truena.

Cuando tenía toda la intención de dormirme temprano, el clima se las arregló para sabotear mi intento por regular mis hábitos de sueño. Pero no hay mal que por bien no venga, y a decir verdad esta velada eléctrica fue más bien cautivante. Así que aprovecho de subir una foto para mostrar de paso la vista desde el depto. A ver si en otro momento trabajo un poco más la foto, y si me animo quizás suba más (aunque debo advertir que esta es la mejor foto que logré).

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Laaantau

Lo sé, es uno de los destinos turísticos por excelencia, pero no por eso iba a dejar de ir. La isla Lantau es un pedazo de tierra ubicado a pocos kilómetros de Hong Kong, y es accesible por metro y micro. Además, es ahí donde está construido el aeropuerto internacional, así que lo quieran o no es destino obligatorio para todo aquel que arribe en avión a esta metrópolis.
La villa o barrio en donde termina el metro se llama Dung Chung, y es hogar para mucha gente que busca escapar un poco de la ruidosa y estresante vida cotidiana de la ciudad. El sistema de transporte conecta los más de 35 kilómetros entre la isla y el centro de Hong Kong en poco menos de 25 minutos, lo cual convierte a este lugar en un muy atractivo sitio para vivir, especialmente si se tiene niños.
Por lo que se encuentra infraestructura llamativa y muchos edificios residenciales. Durante el día hay un buen juego de fuentes de agua en la plaza central del centro comercial que circunda a la estación terminal del metro. Es ahí donde comienza el tour de la isla Lantau, que culmina con el buda gigante de la isla, que disfruta de renombre mundial al ser uno de los más grandes budas al aire libre que se ha construido en la historia (y que sigue en 'pie').
Pero para llegar a dicho buda hay que tomar el teleférico. Personalmente, esperaba poder caminar hasta el buda famoso, pero una vez que vi el teleférico perdiéndose en el horizonte tuve que replantear mis planes.
También influyó el hecho de que era bastante tarde y probablemente ya habría anochecido una vez que hubiera llegado al buda (en la eventualidad de que hubiera llegado; no llevé mapa ni nada por el estilo).
Afortunadamente para mí, estaba todo muy bien señalizado y, francamente, la vista desde el teleférico era fantástica. Por lo que no me quejo y fue un capital bien invertido.
Como era un poco tarde para efectos de turismo, no había tanta gente. Durante las vacaciones el lugar puede tener tres o cuatro veces más turistas -principalmente de la China continental- y, como pueden imaginar, caminar o hacer cualquier cosa se torna harto más difícil y agotador. Especialmente cuando se trata de subir los nosecuántos escalones que hay que subir para llegar al budita.
Para ser sincero, no eran taaantos escalones. Creo que subí muchos más cuando estaba patiperreando por la isla de Hong Kong. Es una ciudad de escaleras, es impactante. No es de extrañarse que la gente acá tienda a ser tan esbelta. Curiosamente, a pesar de tener contextura delgada, muchos de ellos tienen afecciones al hígado por el exceso de aceite en la comida. Incluso la gente que no toma alcohol (que no es poca, considerando el elevado precio que hay que pagar por líquidos espirituosos).
El viento mecía las ramas de los pinos con el mismo tono melancólico que escucha la quebrada del ají. Es como si la brisa fuera un idioma internacional, más aun que el pajarístico.
Y, por lo mismo, los remolinos sedientos de viento entregaban sus saludos tangenciales con la misma pasión de siempre. Los lugares y la gente pueden ser distintos, pero las pequeñas lindas cosas parecieran ser las mismas adondequiera que se vaya.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Cena dominical

A modo de celebración por la mudanza al depto nuevo y mi comienzo de clases mañana, salimos a comer con tías hace un rato. Fuimos a uno de los innumerables restoranes del nuevo barrio (llamado Tai Po). Cabe recalcar que, en cierto sentido, este vecindario es lo contrario del que me encontraba anteriormente; antes estaba en el corazón mismo de Hong Kong, donde está la acción (y probablemente el primer lugar que van a hacer explotar si es que llega a haber un atentado algún día). Ahora estoy viviendo un poco más hacia las afueras de la ciudad, en un área más silenciosa, no tan movida y, por lo mismo, que muere después de las 11 de la noche. Excepto las tiendas de conveniencia: los famosos 7/11 (Seven-Eleven) están siempre abiertos, y hay tantos como chinos en china.
Pero bueno, volviendo a la comida. Partimos con sopa de melón de invierno, un plato que es tradicional comerlo durante el verano pues ayuda a eliminar el 'aire caliente' del cuerpo y, por ende, disminuir un poco la temperatura corporal. Paradójicamente, hay que comerlo bien caliente. El melón de invierno bien cocido tiene un sabor y una consistencia parecida a si cruzáramos un zapallo con una pera (menos el azúcar). Se sirve además con trocitos de carne de pollo, cerdo, camarones y verduritas menores varias (cebollines, cilantros, etcétera).
Seguimos con la 'garoupa', mejor conocida como mero en español (un mero macho en este caso, si mis conocimientos ictiológicos no me fallan). Cocinado con salsa de ostra (entre muchas otras), verduras, pequeños trozos de masitas hechas a base de harina y hongos de madera (u orejas de árbol, como se llaman esos hongos negros que se pueden apreciar en la parte inferior derecha del plato), la carne se derretía en la lengua tras cada bocado. La piel también se come, y es terriblemente buena (lo dice alguien que nunca fue un gran amante de los pescados cocinados).
¡Y nos trajeron jaibitas 'gou'! (Como la de la entrada previa) Venían en una salsa de curry, papas y tomatitos pomarola. No nos dio para terminarnos el plato, así que ahora está en mi cocina dentro de un contéiner de plumavit. Estaban inspiradoramente buenas, pero tengo mis reparos respecto de si todavía estarán buenas mañana por la mañana. Principalmente por el hecho de que todavía no tengo refrigerador (hoy al almuerzo casi me intoxico por comer 'piel de tofu' que sobró del almuerzo de bienvenida en la universidad ayer. Ah, sí: en la universidad nos dieron un banquete a los del master -una treintena de personas- y ordenaron una cantidad de platos que parecía más hecatombe que banquete. Así que, al final del almuerzo, le pregunté a uno de los profes si me podía llevar comida para la casa, a lo que me respondieron que sí. Fui el único que se avispó, lo que gatilló la envidia de mis compañeros una vez que me vieron con una bolsa con cajitas de piel de tofu, empanaditas chinas y fideos de arroz un par de horas después. Jajaja).
Para comer la salsa de curry pedimos panecillos chinos, que quedaron bien buenos con la salsa, pero que individualmente pegarle un mordisco a uno era como comer un pan hecho sólo de migas.

De postre pedimos sopas de almendras y de sésamo, pero no saqué fotos pues francamente no hay nada demasiado fascinante sobre un pocillo con un líquido negro y otro con líquido blanco (ése era el de almendras). Estaban buenísimos en todo caso. Una excelente manera de terminar una semana y comenzar otra.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Jaibitas, jaibosas

Hace unos días terminé de darle un curso de español a cuatro alumnas de entre 12 y 18 años, y en agradecimiento los padres me invitaron a comer 'fondue' chino (llamado 'hot pot' en inglés). Pero además de carne de vacuno y cerdo, había primordialmente frutos del mar. Todo se veía bueno, salvo las jaibas -que a decir verdad me tenían un tanto nervioso por la apariencia-. Comenzamos a comer, y le hincamos el diente a la carne, choclos, a la piel de pescado seca, a los pescados en trozo, camarones, locos y cuanto manjar había sobre la mesa; tomarlo con los palitos, meterlo a la olla con agua hirviendo al centro de la mesa y sacarlo al rato cuando ya estuviera cocinado.
El único problema fue que cuando metías un camarón todos tenían que apartarse un poco de la mesa. La razón: los camarones todavía estaban vivos cuando entraban al agua. Ahora bien, no es que hayan estado saltando antes, pero como contó la dueña de casa, los habían metido al refrigerador para que estuvieran atontados. Los coletazos ocasionales no duraban mucho, pero manchaban un determinado radio alrededor de la olla.
Por otro lado, los locos también estaban vivos -aunque no tan desastrosos-. Eran mucho más pequeños que los que tenemos acá, pero me atrevería a decir que estaban igual de buenos. Tal vez con un poco más de sabor, pero eso se puede deber a la salsa exótica en que se cocinaron.
Una vez cocinados y comidos, quedaba la pura conchita amalgamada en nácar. Este, en la medicina china, se extrae de las conchas, se muele y luego se usa para hacer ungüentos u otros remedios.
Todo parecía ir bien. La familia estaba atacando todos los platos menos las jaibas, y por un momento cruzó mi mente la posibilidad de que las hubieran olvidado por completo. Pero mi buen amigo Murphy es un telépata acérrimo e infalible, por lo que pocos segundos después alguien saltó y proclamó: "¡Es hora de las jaibas!"
Ahora bien, la razón por la que no se había tocado a las jaibas era porque éstas eran el manjar más preciado en la mesa. Para ser un poco más exacto, la parte amarilla viscosa que chorreaba de casi todos los trozos. "Ese es el 'gou'", me dijo la madre, y agregó: "Tiene harto colesterol, pero es buenísimo". Uno o dos minutos después, una coraza humeante de jaiba aterrizó en mi plato. Lo bueno es que al menos la parte amarilla estaba cocinada y se veía un poco menos intimidante.
Al final resultó ser, sorpresivamente, exquisita. Había una que otra tripa de jaiba entre medio que no tenía tan buen sabor, pero el 'gou' era delicioso. La consistencia era un poco harinosa pero no demasiado seca, y luego de cada bocado el corazón te mandaba una sístole y una diástole diciendo "Coles-terol, coles-terol". Quedé invitado en octubre para hacer un fondue sólo de esas jaibas. Vamos a ver cómo resulta eso. Supuestamente en otoño es cuando más 'gou' tienen, pues es una suerte de grasa que las prepara para el invierno.