miércoles, 27 de enero de 2010

Porotos sin riendas

Uno de los 'platos' más geniales que he visto por acá. Porotos dulces (en japonés se conocen como 'azuki', acá todavía no aprendo a decir el nombre) con hielo.


La parte líquida de arriba es leche evaporada, y el popote, pajita o bombilla tiene un diámetro lo suficientemente grande como para que suban los porotos por ahí. Lo cual se transforma en una experiencia sumamente entretenida, dado que hay que procurar que entren más porotos que leche cosa que la relación entre ambos no se vea demasiado alterada y se pueda disfrutar más el 'plato'.

martes, 26 de enero de 2010

El efecto Maclehose


Con el estado físico en caída libre con tanto estudio y comida, decidí salir a caminar el domingo pasado a algún cerro o ruta campestre. Y 'mis fuentes' me recomendaron el circuito Maclehose.

El circuito tiene un total de 100 kilómetros de largo. Yo no tenía muy claro cuántos iba a poder hacer en el día, pero con todas las energías y provisiones del mundo partí a las 8 de la mañana caminando. Las dos estrellitas en el mapa marcan dónde partí y terminé. Un total de 24 mil metros. Una marca un tanto escueta para mis expectativas iniciales (al menos 30 ó 40 kilómetros), pero dadas las circunstancias fue todo lo que logré trotar y caminar.

El primero de los dos tramos eran subidas y bajadas poco pronunciadas, con paisaje ameno aunque no demasiado espectacular. El aire, eso sí, estaba purísimo. Creo que si no salgo de esta ciudad al menos una vez al mes voy a ser asmático a los 27.

Primeros diez kilómetros terminados. Contando las paradas a tomar fotos, me demoré una hora y 15 minutos. Pero se acabó el pavimento...
... y comenzaron las escaleras. 14 kilómetros de ellas, subiendo y bajando cerros.

La vista que había era muy bonita, pero tanta escalera de piedra acabó conmigo. Al final del segundo trayecto las plantas de mis pies estaban reducidas a una masa palpitante de carne que casi no me permitía caminar. Creo que podría haber seguido por un trayecto más, pero opté por lo sabio y tomé el bus de vuelta al depto. Me está entrando la prudencia con el pasar de los años!

Cabe mencionar que al día siguiente era un bulto. Ya haré los kilómetros que me faltan, espérate no más Maclehose.

viernes, 22 de enero de 2010

Al depto.



Bueno, EL día que llevé la cámara para filmar el camino de vuelta de la escuela tocó que por algún motivo no había mucha gente en la calle. Buf! Y eso que había estado tan tupido durante la semana... En fin. Andaba también con un pedazo de canción dándome vueltas en la cabeza, y aproveché de desempolvar el sintetizador para pasarla al computador. No quedó muy profesional (especialmente porque tuve uno que otro problema con el pedal) pero se me hizo tarde así que me cansé de editarla. Ya la grabaré de nuevo un poco mejor.

A todo esto, si alguien sabe qué canción es, ¿me podría decir? Me acuerdo del videoclip, del ritmo y todo, pero no de la letra ni el nombre. XD

jueves, 21 de enero de 2010

De zonas y personas


La isla de Hong Kong (donde actualmente estoy viviendo) tiene 1.289.000 habitantes. Al ser tan sólo una isla de 80 kilómetros cuadrados, la densidad poblacional es de más de 16 mil personas por kilómetro cuadrado. Si a la isla de Hong Kong le incluimos la comuna de Kowloon -la más densa en habitantes de la parte continental de Hong Kong-, la superficie en cuestión aumentaría a 88 kilómetros cuadrados, y la población a alrededor de 3 millones. Esto supone una densidad poblacional de ¡35 mil 700 habitantes por kilómetro cuadrado!

Para dar un punto de comparación, la comuna que más habitantes tiene en Santiago de Chile es Puente Alto, con unos 700 mil habitantes aproximados. Su superficie es de 88 kilómetros cuadrados; esto es, cerca de 8 mil habitantes por kilómetro cuadrado (parecido a la densidad poblacional de la ciudad de Sao Paulo). 

martes, 19 de enero de 2010

Un breve sobre la comida seca

Parece que acá una gran cantidad de comida les gusta seca. No sé si se comerá seca de frentón, o si esa es la usanza para facilitar el almacenaje y posterior consumo.

Es como si hubiera charqui de... todo.



Ni siquiera los frutos del mar se salvan. Esos que se ven en los frascos son locos sin concha, de distinta calidad. Sospecho que los importan de Japón.

Y de japón también vienen muchas especies distintas de pepinos de mar...

...que también se venden en frascos donde están sequitos sequitos.

Y esto no tengo idea lo que es. Supongo que a alguna altura los terminaré probando todos en todo caso. :P

lunes, 18 de enero de 2010

Vamos a atrapar, las frutitas del dragón...

Si bien se dice que vienen de Australia, es la primera vez que me topo con la fruta del dragón (o dragon fruit). Por supuesto, era mi misión probarla. 


La pobre fruta pasó como cuatro o cinco días sobre la mesa del comedor, pues me daba la idea de que todavía no estaba muy madura y además no tenía idea cómo comerla (y, como he aprendido estos días, eso puede ser crucial a la hora del sabor -y del bienestar gástrico posterior-). Finalmente, los papás de Angel fueron quienes me orientaron al respecto: abrirla y comerme lo de dentro.

El sabor era como comer un coco desabrido, sólo que un poco más blando y viscoso (y con pepas). Mi estómago me reclamó el resto de la tarde. Me pregunto si lo habré comido en buen momento. Seguramente voy a tener que probar las cosas dos veces para asegurarme haberlo hecho bien (pero la segunda será definitivamente bajo tutela de algún local o entendido en el tema). ¡Vivan las segundas oportunidades!

Doble rectificación


Me fue aclarado anoche que las lenguas de pato no se comen con cartílago. Ups. Al parecer, hay que tomarlas de la base y morder sólo la carne, dejando la parte dura en la mano. Así que, básicamente, fue como meterme una pata de jaiba entera a la boca y masticar hasta poder tragarla.

Con razón la camarera puso una cara un tanto extrañada cuando se llevó el plato completamente vacío. Mis motivos para comerme las lenguas con todo se debió al siguiente diálogo:

(Viene el mesero a la mesa a tomar la orden)
M: ¿Qué desea, señor?
B: Deme el plato número 201, por favor. 
M: (Frunce el entrecejo, luego sonríe y me dice con una voz dulce como si le estuviera hablando a un bebé) eso es lenguas de pato, señor. 
B: Lo sé: las quiero.
M: (Anota en la hoja mientras mueve levemente la cabeza en gesto de desaprobación, como diciendo "ah, estúpidos gwailos*, para qué piden estas cosas si después no se las comen")

Por lo que, una vez enfrentado al plato, me decidí a no darle la victoria a dicho mozo y comérmelo absolutamente todo. En fin...

Y rectificación número dos: gracias al e-mail que tan prontamente me envió mi padre, y luego confirmado por Favina, las flores rojas cuyo nombre no sabía se llamaban Poinsettia, o flores de navidad. 

* Gwailo es el término un tanto despectivo que se usa para referirse a los extranjeros. Es el equivalente a  decir "gringo". 

domingo, 17 de enero de 2010

Un paseo por Times Square.

Este es un post experimental. Abajo de estas letras verán un ícono de podcaster listo para ser reproducido. El audio es precisamente el sonido ambiente del lugar que verán en las fotos de un poco más abajo, Times Square; la idea (solamente para los que quieran) es ponerle play y luego leer/ver el resto del post, y cuando terminen ponerle stop. Quiero ver si es que así se logra una experiencia un poco más envolvente al leer o ver el blog. 




Bueno, les presento el edificio de Times Square. Es el centro neurálgico del barrio donde me encuentro, y está lleno de oficinas, restoranes y tiendas de los más diversos tipos. Hasta hay un supermercado, y por el tercer subterráneo se accede al metro. De más está decir que siempre está lleno de gente.



Las escaleras mecánicas son uno de los muchos puntos de acceso a este centro comercial; también hay escaleras análogas y ascensores en distintas partes del edificio.
  
Los primeros ocho o nueve pisos son el centro comercial en sí. Tiendas de ropa de marca internacionales, tiendas de electrónica, productos domésticos, y bueno, supongo que casi todas las cosas que uno está acostumbrado a encontrar en un shopping. Del décimo al quinceavo son pisos con restoranes de comidas locales e internacionales, y de ahí para arriba no he logrado llegar. Había que pasar por unos pasillos estrechos llenos de ropa y gente, y estaba un poco muerto de hambre por lo que no proseguí la travesía. Algún día intentaré llegar a la cima.

Nótese la escalera mecánica que sube dos pisos en vez de uno. 

Parece que durante los fines de semana hay humoristas que se instalan en las veredas y hacen pequeños números cómicos; ése es el motivo de la voz por altoparlantes que pueden haber escuchado en el archivo de audio. También los sonidos 'tic, tic, tic' que hay más adelante son señalética para que los ciegos puedan cruzar la calle.

Cabe mencionar que hoy, por primera vez en cuatro o cinco días, vi el sol. No es que nunca salga de día o que siempre esté nublado; los edificios son tan altos y hay tantos que da la impresión bastante acertada de casi siempre estar a la sombra. Hoy por un acaso me fui a caminar hacia otro barrio y me tocó ver los ya nostálgicos rayos amarillos, un evento que casi contemplé con asombro. 

Atisbos de la fauna local desde el depto. Nada mejor que un aire acondicionado bien temperado.

sábado, 16 de enero de 2010

A ver, saque la lengua; diga: "Aaaaaaa"


Hoy día probé una sarta de platos míticos. Partiendo por la sopa de aleta de tiburón. Y sí, estoy al tanto de qué pasa con esos pobres escualos una vez que les sacan la aleta. Pero estoy en China y no podía no probar uno de los platos más famosos de este país.

Afortunadamente, no me gustó mucho el plato. No es que fuera malo, pero no tenía ningún sabor especial. Era suave, y tenía unas suertes de filamentos como si fueran tentáculos pequeños de medusa, que deduzco que era la aleta de tiburón. La textura era agradable, pero no lo suficiente como para pedirlo de nuevo. 

Y oh, dios mío. Había escuchado hablar sobre este plato pero no pensé que llegaría a mis manos tan pronto. Lenguas de pato cocinadas con salsa de soya. Cuec. Fue duro. Mientras masticaba la primera tenía la sensación de estar mordiéndome la lengua (esa era la textura), y después venía el cartílago crujiente, como si la lengua estuviera haciendo un último intento de defensa con tal de no ser comida. Era cartílago como esa parte de la pechuga de pollo que no se acostumbra comer (en Japón las hacían asadas). 

Aaj. No fue un martirio, pero el ir comiéndolas una a una, sintiendo crujir el cartílago y la gelatinosa y fría consistencia de la carne casi me mató. Después probé unos arrollados con camarones y tenía la sensación de todavía estar masticando las lenguas. 

He aquí los arrollados. En inglés se les conoce como 'dumplings', y en chino como 'dim sum'. Estaban buenísimos! Los de abajo tenían camarones y los de arriba se comían con esa salsa de vinagre roja, y tenían sopita de pollo por dentro. 

Y no podía faltar el postre. Encontré notable el nombre: la traducción era algo como "panecillos de cumpleaños chinos" (Chinese birthday buns). Jajajaja. 

Estaban rellenos con una pasta de porotos (si no me equivoco) y un poco de huevo. Blandos, esponjosos, húmedos. Una excelente manera de terminar un almuerzo aventurado. 

viernes, 15 de enero de 2010

Mi lado verde


Si bien por diversos motivos (uno de los cuales es el presupuesto) no estoy comprando mucho alcohol, tenía que probar cómo eran las verdecitas locales.

Y el veredicto es: ¡HEINEKEN!

jueves, 14 de enero de 2010

Estirando las patitas


Siempre es interesante salir a caminar de noche. Hong Kong se llena de luces, tráfico y vida. Debo admitir que no pasa en absolutamente todos los rincones de la ciudad, pero en el 'centro' es así. 

Está lleno de puestos de comida callejera. Desde pescados vivos que los cocinan al minuto a ensaladas, carne deshidratada, pollo al palo, etc. Apenas pueda hablar un poco más el idioma me pondré a investigar un poco más a fondo. 

Los tranvías son un método bueno, bonito y barato de moverse dentro de la ciudad. Si bien son lentos, la tarifa plana cuesta algo así como 125 pesos chilenos. 

Algunos de los pasos peatonales por sobre las calles tienen motivos que adornan los pilares. Sospecho que incluso las mismas organizaciones de graffiteros son quienes se encargan de hacer estas obras. 

Me rindo; no logré encontrar el nombre de estas flores. Busqué hasta en google images bajo "flor roja", pero ni siquiera después de varias páginas pude dar con nada remotamente parecido. Y estoy casi seguro de que lo sabía, ya me acordaré. Ayuda es siempre bienvenida. 

Ya conquistaré algún día ese batiedificio. El International Finance Centre 2 mide 415 metros, 28 menos que el Empire State y unos cuantos más que los 300 metros del Costanera Center (el edificio más alto de Chile, o al menos el que va a ser el más alto). 

Ítem n.27: Falda de res y tendón con curry y arroz


Otra obra de arte. La salsa de curry es más menos el mismo sabor del "arroz con curry" que tenemos en chilito, sólo que hecho salsa (por lo tanto, mil veces más intenso). Pimentones, tomates, cebollas y papas hacían parte del menjunje. Pero la mejor parte fue la carne. "Falda de res" se refiere a posta paleta o asado carnicero (no estoy seguro cuál de los dos), y sospecho que estaba hecha al vapor. Y no sé con qué diantres la cocinaron que la grasa, tendones y nervios no sólo quedaron tiernecísimos, sino que además tenían un sabor a mantequilla que casi me hizo llorar (ayuda el hecho de haber elegido por segundo día consecutivo un plato relativamente comestible). 

Lo único que no le cayó muy bien a mi estómago fue la leche con huevo que pedí de acompañamiento. Y sí, ése es un huevo crudo. Como fanático de los huevos no podía dejar pasar esta oportunidad. Digamos que la oportunidad se dio, pasó y se fue casi tan líquida como llegó. En fin. 


miércoles, 13 de enero de 2010

Los árboles también tienen problemas

Pobre acacia. Debe estar intentando aprender chino. 

martes, 12 de enero de 2010

Ítem n.71: arroz frito fukienés.


De las comidas más sabrosas que he comido hasta el momento. El plato consistía en arroz levemente sofrito, junto con camarones, pedazos pequeños de chancho (parecidos a los que encontramos en el arroz chaufán en Chile), kanikama en cuadritos, trozos de pollo, huevo, hongos y una que otra verdura (choclo, arvejas y zanahoria). Todo untado en salsa de ostra y otros condimentos que ignoro. 

Una explosión de sabores. Primero se sentía el chancho, que estaba cocinado de forma especial y era incluso un poco dulce, y luego los camarones entraban a jugar en el paladar. A continuación el kanikama -que estaba muy blando y remojado en la salsa -daba la impresión de estar comiendo ostiones, y sabía aun mejor acompañado de la consistencia suave del pollo. El arroz, además de aportar textura, aumentaba varias veces el sabor de todo el plato pues había absorbido gran parte del jugo de cada una de las carnes. El huevo revuelto entremezclado lo enriquecía aun más en términos de gusto. La sensación general fue muy grata: el plato era intenso y, si bien era un poco pesado, no llegaba al punto de ser atosigante. Según yo, la clave estaba un poco en el arroz...

... y en los hongos. Una carne suave y sabrosa, con textura parecida a la de los espárragos blancos cocidos (un poco más consistente y menos fibrosa, pero por ahí va la cosa). Eran los encargados de contrapesar el sabor fuerte de las carnes. Lo simpático de estos hongos es que, como se ve un poco en la foto, tenían capucha. O sea, por el otro lado estaban cubiertos, como si fuera un huevo partido por la mitad. Bastante exótico. Y terriblemente bueno. 

En fin, el plato se lleva un 10 de 10 en la escala brunística. 

Nota: según mis fuentes, el término 'fukienés' viene de la provincia de Fujian, en China, y también se aplica a Taiwán. Por lo que este plato puede ser originario de allá. 


lunes, 11 de enero de 2010

Las pequeñas cosas

Gracias a los sabios consejos de la mamá de Angel (oriunda de Hong Kong), hoy día aprendí a usar el calefón. Así que, después de dos días de estar duchándome con agua fría por fin pude disfrutar de los placeres de la civilización moderna. Casi me caen lágrimas cuando sentí las primeras gotas hirviendo en la cabeza, especialmente porque el día estaba particularmente frío, era muy temprano y además estaba lloviendo. 

¡Tengo champú nuevo! Si Jackie Chan lo promociona, tiene que ser bueno. Tendré el pelo más oscuro y fuerte que nunca. 

Jajaja.  

Hoy día comencé las clases de cantonés! (De hecho, debería estar estudiando en este momento) Las clases ya habían empezado el martes de la semana pasada, y se supone que es un curso intensivo. Por lo que hoy cuando entré a la sala, los otros 6 compañeros me miraron un tanto extrañados. Y luego horrorizados, cuando les conté que me estaba incorporando a la clase y que apenas sabía hablar cantonés (lo único que sabía decir era "mi nombre es Bruno" y "por favor, deme una cerveza"). Incluso la profesora me miró con cara de "hola, te puedo ayudar a encontrar tu sala?", pero medio que aceptó el hecho de que yo iba a tomar clases particulares en la tarde para ponerme al día. 
Mis compañeros son: dos japonesas (que son, ehm, muy japonesas), una adorable madre hindú (que tiene dos hijos de 7 y 11 años y es maternal con todos nosotros), una australiana que se encargó de recalcar varias veces que está pololeando, un periodista inglés (que es el chico que la lleva, todo un Beckham moreno), y un vikingo danés en sus cuarentas de casi metro noventa y al menos cien kilos de peso que no sé cómo se las arregla para caber en las sillitas de la sala de clases (y se le insinúa a una de las profes más entrada en años con cantonés en vías de desarrollo). 

El curso promete. Estoy más que feliz, aunque la materia es BASTANTE y tengo que ponerme al día. Así que lo dejo hasta aquí por hoy! 

Atardecer en Tsim Sha Tsui


Aprovechando de estrenar la cámara nueva, tomé el metro y fui a Tsim Sha Tsui, el puerto de Kowloon (que es la comuna de la ciudad que está unida al continente y queda al lado del mar. Es como si Providencia fuera orilla de playa). Desde ahí se tiene una vista magnífica al puerto Victoria, que es el lado donde vivo yo. 

Todo el borde de la bahía de Kowloon está convertido en pasos peatonales. Es un pequeño oasis en una ciudad donde el tráfico pareciera ser eterno. Seriamente hablando, Hong Kong da la impresión de ser un purgatorio para automovilistas; una ciudad que sufre de taco crónico; una metrópolis con más tacos que México; el tacómetro en los autos llega a ser un chiste de mal gusto. 

Los ferries funcionan desde las cinco o seis de la mañana hasta la medianoche, y se demoran unos diez minutos en cruzar el brazo de mar que separa la isla del continente. Dicen que el paseo es barato y muy pintoresco, por lo que con toda seguridad me voy a subir a uno apenas tenga la ocasión.

Una vez que se puso el sol, el smog ya no se notaba tanto (menos mal). No sé si Hong Kong tiene más o menos smog que Santiago; los índices que utilizan son distintos y, francamente, no he sentido una gran diferencia desde que llegué. Quizás más adelante me vuelva asmático o se me comience a caer el pelo (quizás hasta me salgan canas), pero por ahora estoy sano y salvo. 

Un guiño arquitectónico a El Señor de los Anillos. No sería de extrañar que allá adentro hubiera villanos financieros igual de malacatosos que los de la película. (Bueno, técnicamente los del libro, pero ya que estamos hablando de imágenes...)

A medida que caía el anochecer, las luces comenzaban a asomar...

...hasta transformarse definitivamente en un show colorido. Desde esa bahía se tiran los fuegos artificiales para año nuevo, es como si Viña del Mar tuviera una isla al frente donde la gente se apostonara a mirar el espectáculo. 

Mientras tomaba fotos, se me acercó un chinito de unos cuarenta años con un trípode en la mano y un inglés fatal, y el diálogo fue algo así:

Ch: Hola, disculpe, ¿qué exposición tiene en su cámara?
B: Ehmm... Déjeme ver. Es de X (*No recuerdo el número exacto)
Ch: Ah, veo. ¿Y qué apertura de lente está usando?
B: 1.8
Ch: Ah, ¿y el ISO?
B: 1250
Ch: ¡Vaya! ¿Podría sacar una foto con exposición de 1/200, apertura de 5.6 e ISO 1000?
B: ¿Qué?
Ch: ¿Podría hacerlo? Hágalo por mí, ¿sí?
B: Ehm... Claaaaro. *Click*. ¿Qué le parece?
Ch: Ah, veo. Qué bien, qué bien. ¡Adios!

Manejo varias hipótesis sobre las intenciones del local, pero aun así la conversación hizo casi tanto sentido como la obra "El cepillo de dientes". 

A ver si alguna vez pillo una noche un poco más despejada. Aunque las nubes bajas (o smog en proceso de disipación) le daban un toque batmanesco a la escena. 

Una vez terminada la sesión de fotos, guardé mis cosas y tomé el casi siempre lleno metro de vuelta a casa (bueno, depto). Todavía no me han cartereado, pero según la gente con la que he hablado es sólo cosa de tiempo. Soy todo un mechón Hongkonguense. 

Este cuadro casi artístico me la topé en en camino de vuelta. Es un aviso de advertencia a mi buen amigo el señor Bianchini, no vaya a ser cosa de que acabe así algún día.